Optimismo Tóxico: La paradoja de Stockdale

El Optimismo exagerado puede ser dañino y contagioso

 

Este optimismo ingenuo tan de moda en la actualidad, muy poco tiene que ver con la Psicología Positiva. No hay día que no llegue a nosotros algún mensaje sobre la conveniencia de ser OPTIMISTA en la vida. Pero este  optimismo a ultranza puede ser muy arriesgado, dañino e incluso tóxico. No debemos confundirlo con tener ESPERANZA.

Parece como si tuviéramos que ser optimistas a toda costa, como si cada envite de la vida debiera ser afrontado de esta actitud. Se han escrito miles de libros y sintetizado fármacos que fabrican intentos de felicidad. Y es cierto que tener una visión optimista de la vida es imprescindible para ser feliz. Ahora bien, en exceso puede ser tan perjudicial como el pesimismo. En realidad, es darle la espalda a la realidad

LA PARADOJA DE STOCKDALE

            Al exceso de optimismo se le conoce como paradoja de Stockdale.  Stockdale destacó por su inquebrantable fortaleza emocional sobreviviendo durante 8 años como prisionero de guerra en la guerra de Vietnam. Era el oficial de mayor rango de Estados Unidos y durante su cautiverio fue torturado en más de 20 ocasiones.

A lo largo de estos años, no le amparó el derecho a saber si existiría una fecha en la que ser liberado y si saldría vivo y volvería a ver a su familia. Su resistencia nunca se agotó. Llegó a autolesionarse para evitar ser utilizado como propaganda de sus captores, enviaba información secreta a través de las cartas a su mujer e incluso llegó a crear un canal de información que mitigaba la sensación de vacío de los presos.

 

ESPERANZA

 

OPTIMISMO EXCESIVO NO ES LO MISMO QUE TENER ESPERANZA

 

 

Tanto la esperanza como el optimismo se centran en un futuro positivo. Sin embargo, mientras que la esperanza implica tener confianza en que vamos a obtener resultados positivos, el optimismo tóxico implica contar con ellos, darlos por hecho. Este tipo de optimismo surge cuando dejamos que nuestras emociones distorsionen las estadísticas, hasta el punto que nuestro deseo porque algo ocurra sobrepasa con creces las probabilidades reales de que suceda.

El optimismo tóxico es más habitual de lo que podamos pensar. De hecho, es la causa por la que muchos emprendedores fracasan. Estas personas, al gestar una idea de negocio, se excitan y motivan tanto, que distorsionan la realidad y creen  que se trata de una idea brillante con  todas las cartas ganadoras para triunfar.

 Guiados por ese exceso de optimismo, no ajustan expectativas  objetivas, no prevén riesgos de un modo realista, y por tanto, no diseñan un plan de emergencia. De manera que  invierten todo lo que tienen en esa idea, material y psicológicamente hablando. Esto implica que cuando llegan esas  adversidades,  contratiempos y problemas, que tarde o temprano surgen, no tienen un plan que les cubra las espaldas y  pueden terminar perdiéndolo todo. Aunque la idea realmente brillara.

En realidad, el problema no era que la idea no fuera brillante, quizá lo era. El verdadero problema fue que el  exceso de optimismo les llevó a asumir demasiados riesgos y les impidió realizar un plan objetivo de desarrollo que tuviera en cuenta los problemas que podían presentarse en la realidad.

Obviamente, más allá de los negocios, también puede ser arriesgado para nuestra vida personal. Por ejemplo, comprometerse demasiado pronto en una relación de pareja con una persona que apenas conocemos también puede pasarnos una enorme factura emocional, aunque sea en pro del amor.

En este sentido resulta particularmente reveladora la paradoja de Stockdale.

Mientras estuvo en cautiverio, Stockdale se dio cuenta de que los prisioneros que menos probabilidades tenían de sobrevivir eran precisamente los que tenían un exceso de optimismo. Estos prisioneros no se paraban de repetir que para Navidades todos estarían en casa. Sin embargo, cuando pasaban unas y otras Navidades y seguían allí, terminaban deprimidos y se rendían. Este optimismo ingenuo les generaba una montaña rusa de esperanza y desilusión que terminaba agotándoles física y psicológicamente.

5 CONSECUENCIAS  DEL OPTIMISMO TÓXICO PARA NUESTRA VIDA

El optimismo nos permite mantener la esperanza y luchar por lo que queremos, pero el exceso de optimismo nos puede convertir en personas negligentes.

  1. Autoengaño.Mantener un optimismo desmesurado, sin tener en cuenta la realidad, equivale a mentirse a sí mismos y lo que es peor, no siendo conscientes de ello.
  1. Se desarrolla una atención selectiva.Ser excesivamente optimista implica  a centrarse exclusivamente en los aspectos que confirman que todo va bien, ignorando incluso pequeñas señales de alarma, que probablemente, seguirán creciendo hasta convertirse en verdaderos obstáculos difíciles de franquear.
  1. Se dan pasos en la dirección equivocada.El optimismo desmesurado no permite realizar una valoración objetiva de la realidad, con lo cuál, no somos capaces de adaptar nuestro guión a lo que ocurre y terminaremos dando pasos en la dirección errónea, en pos de una meta inalcanzable.
  1. No existe un plan B.En la vida, sobre todo cuando emprendemos proyectos importantes, es fundamental mantenerse atentos a los cambios de dirección para corregir el rumbo y, si es necesario, aplicar el plan B. El optimismo tóxico nos impide siquiera valorar esa posibilidad, es como apostar todo a una única mano, sin ser conscientes de que existen probabilidades de perder.
  1. Se desarrollan expectativas irreales. Organizamos gran parte de nuestra vida en base a lo que esperamos conseguir, lo cual significa que alimentar expectativas irreales hará que vivamos en el mundo de nuestra mente, alejándonos cada vez más de la realidad. Sería como pensar siempre: "¿para que necesito el paraguas si no va a llover?"

Entonces, ¿Cuál es la medida sana del optimismo?

  1. Comprender qué es realmente el optimismo.No es negar que algo ha ido mal, sino hacer de este resultado el escenario donde buscar las causas y los factores que han influido, aprender para no volver a cometerlos y obtener información para diseñar nuevas acciones
  1. Optimismo proactivo. Sentarse a desear algo no hará que ocurra. Por eso, es importante que el optimismo se acompañe con un plan de acción. Si deseamos algo, no debemos quedarnos de brazos cruzados sino trazar un plan realista para lograrlo. Solo así el optimismo dará sus frutos, caso contrario conducirá a la frustración.
  1. Bebe una dosis de negativismo estratégico.Alguien dijo: “planea lo mejor y prepárate para lo peor”. No es adoptar una actitud pesimista sino adelantarse a los posibles problemas y buscar soluciones, de manera que no tengamos que renunciar a nuestros sueños. El negativismo estratégico consiste en prever los problemas y contratiempos, para que estos no se conviertan en obstáculos insuperables.