Mi hijo es ADOLESCENTE….¿SE LO ESTOY FACILITANDO?

    9 meses no son suficientes para un cerebro. Nuestro cerebro ha necesitado 70.000.000 de años y 350.000 generaciones. Acumula todo lo que nuestros ancestros aprendieron.  

  Estas capacidades están latentes en el adolescente pero  necesitan ser activadas por el entorno. Si esto no ocurre, desaparecerán. Así de crudo. Necesitamos interaccionar con los  demás, con las circunstancias y con el mundo para desarrollar nuestro potencial.

  Fue allá por el Pleistoceno, con la llegada de la última era de hielo, cuando algunos adolescentes osaron separarse de sus padres condenados a morir de frío.  Hasta ese momento, el objetivo de estos chicos era ser iguales que sus progenitores. Sencillamente era lo más conveniente. Pero ante la adversidad de las temperaturas, decidieron construir balsas y cruzar el océano en busca de calidez. Fue entonces cuando comenzaron a correr riesgos. Tal vez en este momento nació la adolescencia.

Deberíamos estar agradecidos a estos jóvenes que desafiaron su status quo.

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    En ocasiones  menospreciamos la adolescencia cuando deberíamos honrarlos por su osadía. Es el momento de la vida en el que las nuevas generaciones gestan nuevas formas de ser y pensar que garantizan nuestra supervivencia.

 

    ¿Qué sucedería si les facilitáramos que desplegaran  sus alas? ¿Si les permitiéramos que resolvieran las cosas por sí mismos? ¿Si dejáramos que su curiosidad natural fluyera desde la infancia? *

     * ¿Dónde llegarían sus deseos de explorar nuevos modos de pensamiento? ¿Qué cimas conquistarían? ¿Acaso no sería estimulante? *

 

 La realidad aplastante es que estamos diseñados para pensar así, es lo que nos convertiría  en personas plenas.

 

¿Y si dejamos  de vivir de una forma contraria a la que estamos programados?

 

  No nos asustemos tanto…realmente supone una oportunidad para intervenir en una etapa cargada de emociones y de cuestiones verdaderamente positivas. Reivindiquemos el regalo de nuestros ancestros.Como todo, éste es el primer paso, tomar consciencia del punto cardinal en el que estamos. Tómate un tiempo para reflexionar acerca de ello. Conecta con tu papel de madre, padre o adultos cercanos a ellos. Plantéate  con criterio, responsabilidad y alineándote  con tus valores qué quieres transmitirles. Pregúntate si eres consistente con tu modo de vivir.

 

     ¿Qué parte nace de tu miedo? ¿Cuál de tu confianza en ellos?  ¿Cuál de tu compromiso con la evolución? ¿Has pensado hasta qué punto son conservadores tus mensajes? ¿Los cuestionas en ocasiones?

     ¿En qué medida les estás dotando de recursos para la conquista, mantenimiento o mejora de ciertos derechos? ¿Le dedicas tiempo a pensar desde otras perspectivas?  ¿Les muestras cómo hacerlo? ¿O inviertes toda tu energía en conseguir tu propósito marcado respecto a ellos sin perder el “norte”? ¿Estás respetando su identidad? ¿Realmente lo haces?  ¿O en realidad estás procurando perpetuar la tuya?

 

 De nuevo, te invito a reflexionar. Después ya veremos cómo hacerlo. Revisaremos con qué recursos contamos y qué habilidades nos convenga trabajar. Y por supuesto, qué LíMITES Y VALORES serán la guía permanente de nuestro acompañamiento. Pero ése será el siguiente paso.